Eran las siete de la tarde del jueves día 30 de Junio cuando sonó mi teléfono móvil. Al otro lado un alto ejecutivo de un grupo de comunicación que siempre pareció ser honrado y que, en su día, cuando le conocí, sentía desprecio por la forma de proceder de alguno de sus compañeros en la Empresa. Este tema se discutirá en la próxima conferencia, para la cual se creará una presentación con la ayuda de marketing plan writing

Después de los saludos de rigor y de interesarse por mi estado de ánimo, me anuncia lo que, a quien llama “El Greco”, quiere publicar el viernes y el sábado. Le contesto que, después de lo que me han hecho durante los últimos tres años, me importa poco, y que imagino el contenido, porque el personajillo necesita dar gusto a “sus jefes”.

Me hace un comentario sobre el malestar del amoral director del diario de información general del grupo, por el juicio que, por los delitos de calumnias e injurias, contra dos redactores del periódico, se celebrará el próximo martes día 13 en el juzgado de lo penal nº 9 de Madrid.

Y, acto seguido, me manifiesta la posibilidad, y se ofrece a intentarlo y conseguirlo, de que si llegamos a un acuerdo para que yo desista de mis pretensiones en el juicio referido, y en el que se sigue para descubrir a los autores materiales de las falsificaciones de los extractos de las tarjetas de crédito, ellos no publicarían estas y otras noticias en el futuro, estableciendo así un pacto mutuo de no agresión. Me recuerda que algo parecido ya hicieron con el asunto de Marta Domínguez.

No reproduzco lo que le dije para no demostrar hasta qué punto la indignación puede hacernos perder las formas y la educación, pero no fueron precisamente expresiones muy agradables ni para él ni para toda la panda de desalmados con los que trabaja.

Por desgracia no era esta la primera vez que me ocurría algo similar. Ya sufrí  varios chantajes informativos, con el mismo grupo de comunicación, cuando pretendían conseguir promociones de productos del Real Madrid, para uno de sus medios, y en perjuicio del Diario AS, con el que Macario estaba obsesionado.

Y también lo viví con otro personaje del gremio que quería colocar las cámaras de la cadena de televisión en la que trabaja en un sitio no autorizado para grabar las imagenes de los partidos que se jugaban en el estadio Santiago Bernabeu, y sin pagar claro, a la empresa titular de los derechos. Cuando se dieron las instrucciones pertinentes para que eso no ocurriera los ataques fueron constantes y brutales, “Asalto a la Casa Blanca” incluido.

Así actúan estos cuatreros, que se llaman periodistas y que, bajo el paraguas de la libertad de expresión, sustituyen las pistolas por el boligrafo y el micrófono.