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“El que busca la verdad corre el riesgo de encontrarla” Manuel Vicent
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Cuando las palabras sobran

Reproducimos el artículo publicado en www.goal.com referido al Clásico. Es uno de tantos que, en estos días, opinan sobre lo ocurrido en el Camp Nou, resaltando la inexistencia del azar en el resultado final. Todo es producto de una desastrosa organización en la “casa blanca”.

La Columna de Ivar Matusevich: Cuando las palabras sobran

Después de un Clásico tan desigual, poco más queda por aportar. Sin embargo, es necesario recalcar que nada es producto del azar sino, por el contrario, de una forma de entender el fútbol y la capacidad para plasmar la idea. Ese es Pep Guardiola.

El aficionado del FC Barcelona soñaba con una noche como la de este pasado lunes porque no sólo se jugaba un duelo de rivalidad incomparable, sino una forma de ser, de sentir y de decir todo aquello que cada uno pensaba. Como siempre, José Mourinho, hasta en la derrota, intentó justificarse con un “quizás volvamos a jugar en este estadio, tal y como lo hicimos con el Inter cuando los dejamos a ellos mirando la final por la tele”.

No se esperaba elegancia de un hombre que sólo entiende un mundo dividido entre ganadores y perdedores, ni mucho menos que reconociera todos y cada uno de los errores en los que incurrió su equipo desde el mismo planteamiento, pasando por la elección de los hombres y pidiéndole a ellos que actuaran en situaciones desconocidas.

Desde el principio, el entrenador luso quería jugar con un trivote defensivo porque sabía que no era un partido para Özil, tal y como él lo pensaba: robo de balón y juego directo desde cualquier sitio del campo. Si un lego como el que firma este artículo lo adelantó en la columna “De cómo ganar un Clásico y no morir en el intento”, ¿cómo The Special Mou, El Mejor, el que la tiene más larga y el número 1, no fue capaz de verlo?

Simplemente porque para ser fiel con uno mismo, el pragmatismo es un profiláctico usado y, por el contrario, son las convicciones las que te hacen mirar de frente al rival y, de paso, al mundo. No, Mourinho no fue leal a sí mismo más que en el mismo esquema de siempre que, a estas alturas lo convierte en un estratega limitado para vencer desde la inferioridad y sus complejos.

El Real Madrid estuvo tácticamente a la altura del luso pero individualmente no, porque eligió a los hombres que no debía para reconocer su falta de valentía ante un equipo armado sí, pero convencido de sus formas para lograr los fines, con altura, elegancia y la fe inquebrantable en la belleza del toque, en la astucia del movimiento y en las agallas para presentarse al gol después de casi treinta toques.

Estamos ante uno de los mejores equipos de la historia, el Barça, aunque eso no implica que sea invencible, como no lo fueron el Santos de Pelé o el Real Madrid de las cinco Copas de Europa. Lo que, sin embargo, queda claro una vez más, es que no duele perder sino la manera en que se cae. ¿Por la goleada? En absoluto, sino por el miedo que se leía en la cara de Mou antes de empezar y por la abulia con la que Benzema jugó un partido para hombres primero, pero para cracks, sobre todo.

En resumen: el cambio de Lass por Özil fue un golpe al corazón de la historia del club más grande de los anales pasados. Si la grandeza de un equipo se mide por sus actitudes, la del Madrid fue, sin lugar a dudas, tan pequeña que no merece ni un mísero adjetivo. Los grandes no tienen derecho a ser pragmáticos sino la obligación de demostrar su grandeza. Hasta que no se entienda esta frase, seguirá habiendo cambios en el Real Madrid y la voz del club será la del Perogrullo de turno.

El Real Madrid no se lo merece, mucho menos su historia. Del otro lado, la antítesis del no ser merengue. Pep Guardiola, únicamente preocupado por las virtudes colectivas para oponer su forma de entender el juego y la vida, se elevó con inusual pero permanente altura, por encima de las intrigas lanzadas desde Madrid y, por el contrario, fue ejemplo y virtud silenciosos que terminaron por exponer en el lodazal del recuerdo, todas las frases injuriosas de los meses previos.

El técnico blaugrana, una vez más, y con su quinto clásico ganado al hilo, dio muestras de toda su sabiduría: si en el campo de juego dio una lección al que, falsamente, venden como el mejor, fuera del terreno de juego, ya en conferencia de prensa, enfatizó en las cualidades de su vecino al que, con pena, pareció desearle tiempos mejores.

Lisa y llanamente, superior. Xavi Hernández auguró: “Mourinho no entrará en la historia, lo hará Pep”. El de Santpedor ya es parte de la misma aunque nunca lo diga, ni pierda tiempo en alabarse. A pesar del bajo perfil, su carisma es tan grande que excede todos los silencios y en el ejemplo de las convicciones, reside su éxito, nunca en un resultado, nunca en la humillación, jamás en la injuria. Es Josep Guardiola, extraordinaria forma de ser uno mismo.

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