Creo que fue Agustin de Foxá quien dijo que, en la vida, si uno no quiere buscarse más enemigos de los precisos, es obligado hacerse perdonar los éxitos.

Que el Real Madrid es el equipo que más éxitos y títulos ha conseguido a lo largo de la historia del deporte del fútbol es un hecho incuestionable, fácilmente comprobable y por tanto indiscutible.

Que, por desgracia, esos triunfos hayan generado envidias, enemistades y recelos entra dentro de la lógica de los humanos, pero es igualmente muy cierto que el ejemplo demostrado en la defensa de los valores del deporte y su buen hacer, tanto en el ámbito deportivo cómo en el de la gestión, su humildad tras conseguir los títulos, y su caballeroso comportamiento con los rivales, le han hecho acreedor a un gran respeto, admiración, cariño y reconocimiento en el mundo entero.

Por eso empieza a ser preocupante que, tras la conocida cómo época galáctica, poco favorable para nuestra imagen por la arrogancia y prepotencia transmitida y, después de un periodo de acercamiento a clubes e instituciones, con la consiguiente y beneficiosa recuperación del tiempo perdido, hayamos entrado en otra muy peligrosa etapa de enfrentamientos, insultos, acusaciones y agresiones innecesarias, en la que corremos el riesgo de quedarnos sin amigos y solos ante el peligro, con las consecuencias negativas que una política tan errónea conlleva.

Una cosa es defender con firmeza y energía los derechos que nos corresponden, sin dejarnos avasallar injustamente, y otra es que, por nuestra propia culpa, y sin necesidad, estemos generando enemigos y animadversiones día tras día y a pasos agigantados, sin obtener ningún beneficio, sino todo lo contrario.

Lo hemos vivido en muchos campos de España esta temporada, lo estamos sufriendo con los Organismos federativos nacionales e internacionales, y nos está llevando a revivir tiempos no deseados en nuestra relación con dos de nuestros históricos rivales. Muy atrás quedan las trifulcas que se produjeron en los medios de comunicación y en los palcos  en los enfrentamientos contra Barcelona y Atlético de Madrid, afortunadamente superadas y olvidadas, y no sería deseable que volviéramos a vivirlas como parece que puede ocurrir ahora.

Si alguien no pone sensatez y cordura, y evita que el entrenador campe a sus anchas y, ejerciendo de presidente y dueño absoluto, con mando en plaza, arrogandose una representatividad y poderes que no debieron otorgársele, sigue insultando, ofendiendo y amenazando a diestro y siniestro, y el presidente oficial además de seguirlo permitiendo, no busca pactos y consensos en lugar de hostilidades, guerras y enfrentamientos, estaremos inevitable y tristemente abocados a una peligrosa situación de la que tardaremos tiempo en salir y recuperarnos.

“En el mundo del fútbol si quieres tener un amigo debes comprarte un perro” es la tesis que mantiene y comparte el entrenador portugués con los actuales dirigentes de Club y que todos ellos  proclaman y difunden sin recato y la que aplican en la política que guía sus comportamientos. 

Es obligado recordar aquí y ahora, que fue precisamente la actitud contraria la que hizo al Real Madrid grande, admirado, querido y respetado en todo el planeta y ser designado por todo ello, y por sus logros en los terrenos de juego, como el mejor Club de fútbol del siglo XX.

Y ya se sabe lo que cuesta ganar el prestigio y lo poco que tarda en perderse.