Sería impensable que, en los diarios de información general, y en las secciones económicas y políticas de los medios de comunicación, se incluyeran noticias y comentarios como los que, lamentablemente, tenemos oportunidad de leer, de forma habitual, en algunos periódicos deportivos y en las secciones de deportes de otros medios. Y, por desgracia, desde hace tres años, destaca sobre manera, entre todos ellos, el Diario MARCA. Y lo lamento de veras porque he sido desde niño un asiduo lector de este periódico en el que escribieron grandes y admirados maestros del periodismo español.

Es llamativa, no solo la falta de rigor al publicar informaciones que no se contrastan sino, además, la obsesión por agredir, insultar y provocar polémicas y escándalos. Responsables máximos de todo ello son el “amoral” y “pervertido”  Director General del grupo editorial, llamado Pedro José Ramírez y el mediocre y acomplejado pseudoperiodista que dirige el diario deportivo por delegación del actual presidente del Real Madrid.

Ambos, que utlizan tambien el diario El Mundo, con la misma finalidad, actúan como autenticos “terroristas informativos” sin que, muy a menudo, tengan reparo alguno en fomentar la violencia entre sus lectores  (sobre Messi: hay que pararle por lo civil o por lo criminal, o sobre Mijatovic: es para matarle). Y no hablemos de la brutal campaña contra Pellegrini que pudo ocasionarle serios problemas personales. Sobre la mia daré cumplida cuenta en el momento oportuno.

Estos dos personajillos, junto al siniestro Antonio Garcia Ferreras, uno de los seres mas deleznables del periodismo, en la actualidad director de la cadena de televisión La Sexta, se han convertido, sin lugar a dudas, en líderes y abanderados de aquellos que se agrupan en el llamado clan de los  “Asesinos de reputaciones”.

Pertenecen a esta carroñera especie un grupo de auténticos maestros en difundir informaciones falsas, a sabiendas de que lo son, con el único objetivo de hacer a daño a quienes consideran enemigos, o para halagar  a quienes les dan de comer. En la experiencia que yo he vivido se trata de individuos a los que poco  importa la verdad si perjudica sus intereses y, al divulgarla, se arriesgan a destruir una  estrategia previa y minuciosamente concebida para su beneficio personal o de quien los contrata.

Son, además, expertos en el arte de la difamación que manejan con  gran cinismo y con exquisito refinamiento. Cuando lo creen oportuno difunden, con apariencia de veracidad, informaciones falsas, manipuladas o expresamente fabricadas para la ocasión  con el  objetivo, único y exclusivo, de  socavar y ensuciar el honor de las personas, para poder destruirlas primero y aprovechar su resultado después.

Se presentan como personas honorables y respetables, pero realmente se trata de desaprensivos que solo se mueven por dinero e intereses personales; por  cualquiera de ambas cosas son capaces de comportarse de la forma más abyecta que uno pueda imaginarse.

Sus decisiones  sobre la destrucción o defensa de una persona están tomadas con carácter previo a la averiguación de  los hechos y con independencia de que sean ciertos o no; y aunque hasta la mafia incluye entre sus códigos el respeto a la familia, ellos, muy al contario, saben que atacando a los seres queridos intimidan aún más a sus víctimas.

Es imposible que enumere en este pequeño comentario todas las informaciones y noticias publicadas en los últimos años que, sobre mi y mi familia, fueron inventadas o en las que se mentía de forma vergonzosa con ánimo difamatorio. Muchas de ellas las he incluido en un libro que pronto publicaré.

Afortunadamente no todos los medios  actúan de la misma forma y, entre ellos, es destacable, cuando menos en lo que se refiere a mi experiencia personal, el tono, la mesura y el rigor del Grupo Prisa y muy en especial de su diario deportivo AS que, sin duda y gracias a ello, es líder de ventas en todas las grandes capitales de España, incluido Madrid. Y no se trata de un halago interesado. Este medio también me criticó con dureza cuando lo consideró oportuno, pero nunca recurrió a la mentira ni a la difamación, ni al ataque a la familia, para justificar su posición. Y ello tiene todavía mayor valor, porque en atención a las condiciones económicas ofrecidas en su día por su competidor, me ví obligado a firmar un contrato que les privaba de los derechos audiovisuales del Real Madrid.

Ramón Calderón